Narciso Yepes nació en el campo de Lorca el 14 de Noviembre de 1927 y murió en Murcia, el 3 de mayo de 1997. Su infancia transcurrió en el campo, donde aprendió a comunicarse con la Naturaleza, comunicación que marcó su vida. Su horizonte exterior era muy reducido por la limitación de su vista; esto le enseñó desde niño a agrandar su espacio volcándose hacia lo profundo, y a mirar la existencia desde su propio núcleo, con los ojos del alma. Saboreó el silencio y el viento cuando iba a la ciudad a lomo de burro, para aprender las primeras notas y las primeras letras. Más tarde, recorría él solo en bicicleta los mismos caminos para ir a la escuela, con la solanera del verano o las heladas de invierno. Desde muy pequeño, comprendió el valor de la voluntad y de la perseverancia. De adolescente, en la ciudad luchó contra la intemperie de la falta de medios, supliendo todas las carencias por una atención disciplinada e intensa que le permitía estirar el tiempo. Con quince años daba clases a alumnos mucho mayores que él y estudiaba de noche con libros prestados. La concentración y la memoria así adquiridas fueron el sello de su trabajo riguroso y creativo. Sacó los títulos y los diplomas obligados con las máximas calificaciones. Autodidacta, aprendió desde muy joven a abrirse paso entre distintas corrientes y a rodearse de las personas que supieran incentivar su afán de superación, su creatividad latente y sus facultades para tañer la guitarra. Fue acogiendo lo válido en toda enseñanza con el discernimiento implacable y flexible del que busca la Verdad. Sin alarde de nada, sin apoyo de nadie, él solo, con su talento a cuestas que aceptaba como don, fue avanzando y creciendo. Trabajó con Vicente Asencio, George Enescu, Walter Gieseking, Nadia Boulanger. No sólo se relacionó con hombres del Arte y de la Ciencia: músicos, pintores, escultores, arquitectos, escritores fueron sus amigos. En realidad lo fueron todos los que se interesaban como él por lo sencillo de la vida y la solidaridad entre los seres humanos. Buscaba la huella de Dios en todo hombre y en toda manifestación de bondad y belleza. Fue valiente, y humilde, no imponiendo nada, pero adentrándose más y más en la comunicación con los demás a través de su guitarra. Todo lo que por fuera podía tener barreras, desde dentro le ofrecía una posibilidad de comunicación, como la luz que apaga la tiniebla. Escogió el camino de la Sabiduría y su vida fue una búsqueda sin tregua del que le abría las puertas del Conocimiento, desde lo más abstracto, hasta lo más cotidiano; le guiaba su sed de la trascendencia, y su meta: ser servidor del Creador que le había inculcado esta sed del absoluto. Le pareció insuficiente el sonido de la guitarra de seis cuerdas y la dotó de más sonido, de más equilibrio sonoro, haciendo de su guitarra_de_diez_cuerdas un instrumento más expresivo y apropiado para tocar toda la música antigua sin necesidad de mutilarla con transcripciones. Sobrepasó las fronteras de España y se fue ganando el mundo hasta recorrer los cinco continentes. Año tras año volvía a los mismos lugares porque su público lo reclamaba. Dio recitales y conciertos en las más famosas salas del mundo; tocó con las más prestigiosas orquestas; colaboró con los mejores directores. Situó su guitarra de diez cuerdas en el más alto rango de la música clásica. Numerosos fueron los compositores contemporáneos que escribieron para él y él transmitía el mensaje con imaginación y respeto, dando vida a las partituras. Tenía el don de intuir lo que el compositor deseaba escribir y que no encontraba forma de plasmar. Él lo hacía realidad interpretando la intención del compositor, recreando así las obras que estrenaba. Pedagogo nato, transmitió a los que quisieron aprender de él lo mejor de sí mismo. Creó escuela para los que supieron aceptar su exigencia. Impartió clases magistrales por donde iba de gira. No se guardó ningún secreto de maestro: lo compartía todo con quien era capaz de entenderlo. Enseñaba más allá de la guitarra, más allá de la propia música: daba lecciones de vida con su ejemplo y su experiencia. Trabajador infatigable, investigó en las bibliotecas del mundo y devolvió a la luz músicas olvidadas. Enriqueció la literatura de la guitarra con todo un repertorio de manuscritos en tablaturas. Siempre según el criterio de la conciencia de responsabilidad frente a toda obra de arte y a toda creación humana. Esta constante de honradez y respeto en su trabajo y en su vida, confirió el sello tan peculiar suyo en su manera de interpretar la música. Como renovador de la técnica de la guitarra, innovador de un repertorio tanto nuevo como antiguo, dejó constancia en los discos de su poder de transmisión. Grabó más de cincuenta, muchos de ellos únicos, como la Obra integral de Bach para laúd y para guitarra, estrenos de conciertos a él dedicados, obras inéditas, la mayoría de ellos premiados. Narciso Yepes recibió los más altos honores humanos. Primer Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia en Filosofía, Académico de la Academia de Alfonso X el Sabio, Académico elegido por unanimidad de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Premio Nacional de Música, siempre decía que no los merecía y los aceptaba como instrumento para transmitir el don recibido. Dos distinciones le emocionaban: la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, otorgada por su Majestad el Rey D. Juan Carlos I, el primer año de su creación, y el nombramiento de Hermano Bienhechor de la Orden del Císter por el Abad General de la Orden cisterciense. Nos ha hecho un regalo universal y personal con su guitarra. Decía: “la música es parte de la vida y la vida es movimiento”. Él sabía muy bien que todo ese afán de movimiento del Arte sólo podía desembocar en el Amor del Creador. Fue fiel a su lema de dar amor a través de su guitarra y lo consiguió hasta en el último concierto. Y el público lo percibía. Hemos gozado mis hijos y yo de una manera privilegiada de este regalo indescriptible. Su legado sigue intacto, vivo en su espíritu y en toda la herencia del trabajo de toda una vida, que nos ha dejado. Siento que tenemos la hermosa responsabilidad de transmitir y hacer partícipes de este privilegio a niños, adolescentes, adultos y mayores de todo el mundo. Marysia Szumlakowska de Yepes |